La democracia se ha consolidado como la forma de gobierno con mayor aceptación popular debido a que la ciudadanía es considerada como un actor estratégico que cobra gran relevancia a través de la participación ciudadana, tanto en la planificación como en el desarrollo y evaluación de las políticas públicas de los gobiernos, donde las opiniones, tanto individuales como colectivas, abonan a los procesos decisionales. La participación ciudadana ha adquirido nuevas dimensiones en la última década para que a través de los canales institucionales se amplíe la acción de la ciudadanía para involucrarse a través de consultas ciudadanas, audiencias públicas, consejos consultivos, iniciativas colectivas e incluso involucrándose en el presupuesto participativo, con el propósito de combatir la corrupción fortaleciendo la transparencia y rendición de cuentas, incrementar la cohesión social, fortalecer la calidad democrática e incidir en la innovación del diseño de políticas públicas para que tengan un impacto significativo en la calidad de vida de la población.